sábado, 16 de junio de 2012

Las enanas blancas y la historia de nuestra galaxia

Como cualquier galaxia espiral típica, la Vía Láctea exhibe al menos tres regiones bien diferenciadas: el bulbo central (una densa bola de estrellas, muy brillante), el disco (donde reside la gran mayoría de las estrellas y donde se encuentran los brazos) y el halo galáctico, una esfera difusa de estrellas viejas que envuelve al disco. Conocer la edad de las estrellas que componen cada una de estas regiones resulta de gran importancia para reconstruir el proceso de ensamblaje y la historia de la galaxia.

Hasta ahora, sin embargo, la edad de las estrellas aisladas del halo resultaba difícil de determinar con una precisión mayor de 1000 o 2000 millones de años, ya que estos objetos se encuentran lejos y se muestran muy tenues. Ahora, un artículo publicado en el último número de la revista Nature propone una técnica novedosa para sortear este obstáculo: seleccionar enanas blancas jóvenes (estrellas similares al Sol que acaban de agotar su combustible nuclear) y reconstruir, a partir de su masa, la edad de la estrella progenitora.

La ventaja del método reside en que, en comparación con las estrellas que aún queman hidrógeno, las enanas blancas son objetos más simples, por lo que sus propiedades (como su masa) se dejan determinar con una precisión mayor. Para inferir la edad de la estrella progenitora a partir de la masa del remanente, Jason Kalirai, de la Universidad Johns Hopkins, hubo de invertir el proceso de evolución estelar. En una estrella, masa y edad se relacionan porque, por lo general, las estrellas queman su combustible tanto más rápido cuanto mayores son, por lo que las estrellas más másivas mueren antes que las de menor tamaño. Por último, al fijarse en las enanas blancas que acaban de formarse, la técnica evita entrar en las complejidades de los modelos de enfriamiento de este tipo de objetos.

Tras calibrar el método con algunas estrellas del cúmulo globular Messier 4, muy estudiado y cuya edad se estima en unos 12.500 millones de años, el autor seleccionó cuatro estrellas aisladas del halo (es decir, que no formaban parte de un cúmulo globular) y relativamente cercanas al disco. Su técnica arrojó una edad de 11.400 millones de años, con un error de 700 millones de años. El estudio parece confirmar las conclusiones de análisis recientes que indicarían que el halo galáctico posee, a su vez, dos poblaciones estelares: una exterior, que sería más vieja, y una interior, más joven.

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