Como casi
todas las galaxias de gran tamaño, también la Vía Láctea posee en su centro un
agujero negro supermasivo: su nombre es Sagitario A* y su masa asciende a unos
cuatro millones de veces la del Sol. Se cree que, en promedio, estos colosos
que ocupan los núcleos galácticos engullen una estrella cada 100.000 años.
Cuando eso ocurre, las intensas fuerzas de marea destrozan la estrella mucho
antes de que esta caiga en el agujero negro, lo que libera un destello de
energía que puede prolongarse durante meses.
Desde Sagitario A*, en cambio, se observan pequeñas llamaradas que
apenas duran unas horas pero que, sin embargo, se suceden con una frecuencia
casi diaria. Estos destellos vienen siendo observados desde hace años por el
observatorio de rayos X Chandra, de la NASA, así como por el Very Large
Telescope del ESO, en Chile (este último, en el infrarrojo). Un estudio que
acaba de ser aceptado para su publicación en la revista Monthly Notices of the Royal
Astronomical Society propone, ahora, que dichos centelleos podrían
estar causados por los asteroides, cometas y planetas que caen en el agujero
negro.
Según el cálculo de los investigadores, cuando un cuerpo se aproximase a unos 150 millones de kilómetros de Sagitario A* (una distancia similar a la que media entre la Tierra y el Sol; el radio del agujero negro se calcula en unos 12 millones de kilómetros), el asteroide o planeta sería deformado y hecho pedazos por las intensas fuerzas de marea existentes a esas distancias. Después, los fragmentos se evaporizarían debido a la fricción con el gas que también cae hacia el agujero negro, proceso durante el cual se emitirían los destellos de energía que se observan desde la Tierra. De confirmarse, el resultado apuntaría a la existencia de una inmensa nube formada por billones de pequeños cuerpos que, perdidos de sus órbitas originales, pululan ahora en torno a Sagitario A*.
Fuente: Investigación y Ciencia
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